William Shakespeare (Stratford-on-Avon, 1564-1616) es conocido por su faceta como poeta, dramaturgo y actor, y es considerado uno de los autores más célebres e influyentes de la literatura inglesa y universal. Sin embargo, no es tan conocido por su faceta de neólogo. De las más de 1600 palabras que se le atribuyen, algunas fueron creadas por él y otras simplemente las popularizó, pues, si bien se utilizaban, no se habían plasmado nunca en papel. Acuñó palabras como, por ejemplo, gossip ‘chismorrear’, que aparece en La comedia de las equivocaciones, lonely ‘solo, -la’ (Coriolano), y bedroom ‘dormitorio’ (El sueño de una noche de verano) y la expresión break the ice ‘romper el hielo’ (La fierecilla domada). Muchas de ellas siguen formando parte de la lengua inglesa actual y han sido adoptadas por otras lenguas mediante préstamos, calcos u otras técnicas de traducción. Cuesta incluso creer que en un momento dado dichas palabras no existieran. Es indudable, por lo tanto, la gran repercusión que tuvo la obra de Shakespeare no solo en la literatura, sino también en la lengua.

[fotografía] detalle de encrucijada de vías ferroviarias
Hands off my tags! Michael Gaida (Pixabay)

Hoy, sin embargo, podemos decir que su aportación léxica ha sobrepasado su obra, ya que su propio nombre ha originado el adjetivo shakespeariano, shakespeariana, que el DLE incluyó en su 23.ª edición con los significados de «perteneciente o relativo a William Shakespeare, poeta y dramaturgo inglés» y «propio de William Shakespeare». Si bien es algo habitual que los nombres de grandes figuras den pie a adjetivos relacionales (es ejemplo de ello el neologismo orwelliano, orwelliana y las voces recogidas ya en el DLE brechtiano, brechtiana; copernicano, copernicana; euclidiano, euclidiana; y calderoniano, calderoniana, entre otras), lo que Shakespeare nunca hubiera podido imaginar es que uno de sus personajes más ilustres, Hamlet, también originaría un nuevo vocablo.

El sufijo –iano, uno de los más productivos en la creación de adjetivos a partir de nombres propios, se añade al nombre del personaje principal de La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca —más conocida simplemente como Hamlet— para crear hamletiano, hamletiana. La adjetivación de Hamlet ocasiona, por un lado, el adjetivo relacional que sirve para hacer referencia tanto a la obra escrita por Shakespeare como a su personaje principal:

  • Yo prefiero el universo hamletiano de códigos morales en la selva que retrataban en la maravillosa Muerte entre las flores, la cazurrería, el desquiciamiento, la violencia y la villanía de la América profunda. [El País (España), 26/2/2008]
  • El resto, como diría el personaje hamletiano, es silencio. [Fotogramas (España), 1/6/2020]

Pero si por alguna cosa es recordada esta obra de Shakespeare es por la línea que inicia el tercer acto. A Hamlet, ante la fatalidad de los hechos que ha descubierto e inmerso en un conflicto interior extenuante, le asaltan las dudas y profiere: «Ser, o no ser, esa es la cuestión» («To be, or not to be, that is the question», en el original). Esta escena, que ha trascendido el ámbito literario y se ha convertido en una de las más representadas y versionadas de toda la historia, ha dado lugar a que el adjetivo hamletiano, hamletiana, por otro lado, denomine el hecho de tener que escoger una opción entre dos opuestas:

  • El primer secretario del PSC apuntó que CDC afronta el «dilema hamletiano» de optar por el diálogo con las otras fuerzas catalanas… [La Vanguardia (España), 18/5/1991]
  • La defenestración de Ibarra disiparía, con el correr del calendario, las dudas hamletianas del expresidente de Boca. [Pagina12 (Argentina), 21/8/2008]
  • Tres veces capados, resulta inverosímil que ahora, con motivo de una carta escrita en latín, se pretenda poner a la sociedad en un dilema hamletiano: ¿negociar o no negociar? [El Espectador (Colombia), 21/1/2012]
  • ¿Será acaso un dilema hamletiano? [El Comercio (Perú), 27/7/2020]

Así pues, ante una situación disyuntiva son frecuentes las colocaciones duda hamletiana y dilema hamletiano. Partiendo de este significado, el adjetivo por sí solo se emplea también para describir algo que es ambiguo, contradictorio e incluso misterioso:

  • Y seguimos atónitos el deshojar de la margarita de nuestros hamletianos jueces (¡cómo se parece el frufrú de las togas al de las ropas talares!) sobre la huelga (será, no será, claudicará Bermejo, no lo hará…) del 18 de febrero. [La Opinión de Málaga (España), 1/2/2009]

Hamletiano, hamletiana se recoge desde la creación del BOBNEO, aunque para el español solo Alvar2 lo documenta. Por lo que respecta a otras lenguas, el equivalente francés (hamlétique) se recoge en Le Grand Robert y el italiano (amletico, amletica) en Lo Zingarelli. Lo más curioso es que el Oxford English Dictionary no recoge hamletian, pero sí los derivados hamletish (adj.), hamletism (sust.) y hamletize (v.).

En definitiva, esperemos que no sea necesario que trascurran casi quinientos años más, como ha ocurrido con shakespeariano, shakespeariana, para ver recogido hamletiano, hamletiana en el diccionario. Su uso ininterrumpido desde hace más de tres décadas en diferentes partes del territorio hispanohablante resuelve el dilema hamletiano de si este neologismo debe ser, o no ser, parte del diccionario.

Laia Panadès Pérez
Universitat Pompeu Fabra (España)

hamletiano, hamletiana adj.

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