petricor m.

petricor <em>m.</em>

El olfato de los mamíferos es el sentido que se considera más primitivo, porque está vinculado estrechamente con las necesidades elementales: el hambre, la sed y el deseo sexual. En el caso de los seres humanos ya a las veinte semanas de gestación está desarrollado (solo el gusto lo hace antes, entre las semanas doce y quince). Al nacer, se ha desarrollado por completo, en contraste con la vista, que tarda más tiempo en madurar. Cuando alcanza su plenitud, la vista se convierte en el sentido dominante y deja en un segundo plano el olfato. Sin embargo, el impacto olfativo sigue estando presente en nuestra vida: la memoria olfativa es capaz de evocar en nosotros lugares, personas y momentos que creíamos olvidados a través de los olores. Es lo que le ocurría a Marcel Proust (1871-1922) y su famosa magdalena en En busca del tiempo perdido. La explicación se halla en el hecho de que las emociones y el procesamiento de los olores se encuentran en la misma zona del cerebro, el sistema límbico, que conecta la amígdala, responsable de la respuesta emocional, y el hipocampo, que almacena el recuerdo en la memoria a largo plazo. De este modo, reencontrar un olor nos hace recrear con muchísimo detalle un recuerdo determinado.

coltán m.

coltán <em>m.</em>

Ordenadores, turbinas, tabletas, teléfonos móviles… Muchas personas no pueden concebir la vida actual sin estos aparatos que, con certeza, han supuesto un gran cambio y han modificado su manera de trabajar, de comunicarse o de relacionarse, por ejemplo. De hecho, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones de la ONU, en el mundo hay la misma cantidad de móviles que de personas (con un crecimiento apabullante del 900 % en los últimos quince años). Pero también está claro que todos estos dispositivos necesitan de componentes diversos para poder funcionar, como el coltán, acrónimo con el que se conoce el mineral formado por la columbita y la tantalita, de composición (Fe, Mn) (Nb, Ta)2 O6 y (Fe, Mn) (Ta, Nb)2 O6, respectivamente.