Por azares de la norma hay combinaciones léxicas habitualizadas, sintagmas menos libres que otros, en la medida en que los vocablos coaparecen con frecuencia. Son las llamadas «colocaciones». Una unidad (la «base») selecciona a la otra (el «colocativo»), que, normalmente, adquiere un sentido específico o esencialmente ponderativo, según los casos (ruido infernal, acariciar una idea, conciliar el sueño, pegar un grito, etc.), por más que, en algunas ocasiones, su descodificación sea aún más transparente, cuando hablamos de relaciones de tipicidad, como ocurre con abrir (o cerrar) una ventana, tocar el piano o abrir el melón. Todas estas combinaciones semiestables se encuadran en la llamada «primera esfera fraseológica», frente a la segunda, las locuciones, caracterizadas por su idiomaticidad, es decir, el significado de la unidad lexicalizada no puede deducirse sumando el de sus componentes. Esto ocurre porque adquieren un sentido metafórico. En efecto, es relativamente habitual que, sobre todo cuando el colocativo es un verbo de movimiento, las colocaciones con tipicidad relacional lleguen a tener un uso figurado y devengan en locuciones verbales. Este es el caso de abrir el melón.
abrir el melón loc. v.
