petricor m.

petricor <em>m.</em>

El olfato de los mamíferos es el sentido que se considera más primitivo, porque está vinculado estrechamente con las necesidades elementales: el hambre, la sed y el deseo sexual. En el caso de los seres humanos ya a las veinte semanas de gestación está desarrollado (solo el gusto lo hace antes, entre las semanas doce y quince). Al nacer, se ha desarrollado por completo, en contraste con la vista, que tarda más tiempo en madurar. Cuando alcanza su plenitud, la vista se convierte en el sentido dominante y deja en un segundo plano el olfato. Sin embargo, el impacto olfativo sigue estando presente en nuestra vida: la memoria olfativa es capaz de evocar en nosotros lugares, personas y momentos que creíamos olvidados a través de los olores. Es lo que le ocurría a Marcel Proust (1871-1922) y su famosa magdalena en En busca del tiempo perdido. La explicación se halla en el hecho de que las emociones y el procesamiento de los olores se encuentran en la misma zona del cerebro, el sistema límbico, que conecta la amígdala, responsable de la respuesta emocional, y el hipocampo, que almacena el recuerdo en la memoria a largo plazo. De este modo, reencontrar un olor nos hace recrear con muchísimo detalle un recuerdo determinado.

astroturismo m.

astroturismo <em>m.</em>

Desde el inicio de los tiempos el cielo ha cumplido un rol importante en la humanidad. La antigua Mesopotamia se considera la cuna de la astronomía y, así como sucedió con civilizaciones posteriores a la sumeria, sus dioses y mitología han tenido relación directa con los astros. De esta forma, podemos decir que la astronomía, descrita como una ciencia natural que estudia cuerpos celestes, ha permitido algunos de los primeros grandes avances de la humanidad. Por ejemplo, de la observación del cielo y del movimiento de los astros se pudieron determinar las estaciones del año y se creó el calendario.