Los avances científicos y técnicos favorecen el progreso de la sociedad y ayudan a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Ahora bien, en algunos casos el desarrollo también comporta determinados riesgos y desafíos para los seres vivos. Por este motivo, algunos inventos constituyen un arma de doble filo, como bien constató Alfred Nobel, el químico e ingeniero sueco que inventó la dinamita en 1866 a raíz de descubrir que al combinar nitroglicerina con diatomita se podía crear un explosivo estable. La dinamita supuso un avance en el ámbito industrial y minero: para construir carreteras o excavar montañas, entre otras aplicaciones en demoliciones y obras. No obstante, este potente explosivo también se usó con objetivos militares, de forma que desde entonces ha provocado numerosas pérdidas, destrucción y sufrimiento alrededor del mundo.