El léxico, que suele reflejar los cambios en las sociedades, también se erige como testigo de sus desigualdades. El neologismo brecha digital constituye un buen ejemplo de este fenómeno.
En primer lugar, podemos señalar que la voz brecha aparece en diferentes voces creadas por sintagmación ya no con el significado literal de ‘abertura o rotura irregular en una superficie’, sino con el sentido metafórico de ‘diferencia, generalmente profunda o difícil de salvar’. Precisamente estas palabras dan cuenta de aspectos vinculados a la desigualdad. Tal es el caso de brecha digital, pero también de otras voces como brecha de género, brecha inflacionista —ya registrada en el Diccionario de la lengua española— y brecha salarial, documentada como neologismo en BOBNEO, el banco de los observatorios de neología, desde el 2005. Ocasionalmente, se observa también que el nombre brecha exhibe de modo aislado este nuevo significado metafórico, que parece desprenderse de su uso en diferentes locuciones:
- El mapa muestra, una vez más la brecha que hay en Barcelona, con el parque residencial en peor estado concentrado en los barrios de menor renta: la zona norte de Nou Barris, algunos de Horta-Guinardó, los barrios del Besòs, Ciutat Vella y parte de Sants-Montjuïc. [El País (España), 6/11/2018]
Brecha digital se crea, entonces, por sintagmación, a partir de la fijación del nombre brecha con este nuevo sentido y del adjetivo digital. El neologismo cuenta con la variante menos frecuente brecha tecnológica, y se ha empleado para dar cuenta en español del término inglés digital divide, cuyos equivalentes divario digitale, fracture numérique, exclusão digital han sido también registrados por las lexicografías italiana, francesa y portuguesa, respectivamente. La voz refiere a un fenómeno mundial: el de las diferencias de acceso que existen en relación con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) por parte de diferentes grupos sociales, grupos que se distinguen basándose en el género, la edad, el lugar de residencia y/o el nivel de ingresos, entre otros. Estas diferencias se dan no solo por la posibilidad de utilizar o no determinada tecnología, sino también por la calidad de los servicios de conexión y por la posesión del conocimiento que se requiere para manejarlas adecuadamente. Entre las TICs se incluye la conexión a Internet, los dispositivos electrónicos y los programas informáticos, es decir, todas aquellas herramientas tecnológicas que les permiten a los usuarios acceder, almacenar, transmitir y manipular información. Dado que las TICs son centrales para el impulso de actividades económicas, educativas y culturales, las diferencias en el acceso y en el uso condicionan las posibilidades que tienen los individuos mismos de desarrollarse. La brecha digital no hace más que generar, entonces, más desigualdad. Este aspecto negativo hace que el término brecha digital suela ser el objeto de verbos como achicar, acortar, disminuir y cerrar:
- Lo que buscamos es cerrar brechas digitales. Para dar dimensiones, solo en 2019 tuvimos más de 700.000 beneficiarios en el eje de educación digital. [El Espectador (Colombia), 19/7/2020]
- Ha realizado esfuerzos por profundizar la penetración y masificación de los smartphones entre los chilenos con el objetivo de contribuir a la disminución de la brecha digital. [El Mercurio (Chile), 15/1/2014]
- El PIC nació con la misión de estrechar lo que se conoce como la brecha digital y hacer que el 15% de la población mundial que hoy tiene acceso a Internet se convierta en un 50% para el 2015. [Clarín (Argentina), 4/5/2006]
Si bien el neologismo ha sido registrado en BOBNEO desde 2005 y aparece documentado en el CREA ya desde el año 2000, ha cobrado nueva fuerza durante la pandemia, momento en el que la educación y la comunicación sin que medien las TICs se convirtió en un peligro para la salud, y las diferencias de oportunidades entre aquellos que pueden acceder a las nuevas tecnologías y aquellos que no se volvieron aún más dramáticas: en un contexto de pandemia y aislamiento social, la brecha digital impacta directamente en la educación de los niños y niñas y adolescentes.
Los diccionarios suelen tener problemas en identificar y lematizar las unidades sintagmáticas, problemas que en parte se deben a que incorporan un juego siempre diverso de transparencia y opacidad. No obstante, dado el tiempo que brecha digital lleva circulando asiduamente por la lengua española, y la centralidad que ha readquirido con base en el aislamiento impuesto por el COVID-19, resultaría relevante que la lexicografía española también la incluyera: se trata de una palabra que nos ayuda a comprender mejor el mundo, al menos —lamentablemente— en lo que hace a sus desigualdades.
Marina Berri
CONICET / Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina)