ley de Murphy f.

ley de Murphy <em>f.</em>

«Si algo puede salir mal, saldrá mal». Con esta frase se resume a la perfección la idea que hay detrás de lo que comúnmente se conoce como la ley de Murphy. Aunque no se trate propiamente de una ley —porque no tiene base científica alguna—, sino algo más parecido a un adagio o una máxima, este sintagma se percibe como una observación irónica sobre la naturaleza impredecible de la vida e intenta describir aquellas situaciones en las que las cosas no salen según lo planeado o previsto.

abrir el melón loc. v.

abrir el melón <em>loc. v.</em>

Por azares de la norma hay combinaciones léxicas habitualizadas, sintagmas menos libres que otros, en la medida en que los vocablos coaparecen con frecuencia. Son las llamadas «colocaciones». Una unidad (la «base») selecciona a la otra (el «colocativo»), que, normalmente, adquiere un sentido específico o esencialmente ponderativo, según los casos (ruido infernal, acariciar una idea, conciliar el sueño, pegar un grito, etc.), por más que, en algunas ocasiones, su descodificación sea aún más transparente, cuando hablamos de relaciones de tipicidad, como ocurre con abrir (o cerrar) una ventana, tocar el piano o abrir el melón. Todas estas combinaciones semiestables se encuadran en la llamada «primera esfera fraseológica», frente a la segunda, las locuciones, caracterizadas por su idiomaticidad, es decir, el significado de la unidad lexicalizada no puede deducirse sumando el de sus componentes. Esto ocurre porque adquieren un sentido metafórico. En efecto, es relativamente habitual que, sobre todo cuando el colocativo es un verbo de movimiento, las colocaciones con tipicidad relacional lleguen a tener un uso figurado y devengan en locuciones verbales. Este es el caso de abrir el melón.

limbo m.

limbo <em>m.</em>

En 2007 la prensa advertía que uno de los lugares más importantes en el más allá católico había sido eliminado por la misma Iglesia. Entonces, el limbo, este lugar en el que según la doctrina y en palabras del DLE «[…] irían las almas de aquellos que no han sido bautizados antes de tener uso de razón», fue suprimido porque, según la Comisión Teológica Internacional, refleja una visión excesivamente restrictiva de la salvación. Si bien hace más de diez años que ya no existe el limbo católico, la palabra limbo ha permanecido, escabulléndose del ámbito divino para hacerse un hueco en otros contextos comunicativos. En la actualidad, el DLE recoge tanto las acepciones religiosas —aunque hoy obsoletas— como las relacionadas con la astronomía («contorno aparente de un astro»), la botánica («la lámina o parte ensanchada de las hojas típicas») y la popular expresión idiomática estar en el limbo, es decir, «sin enterarse de lo que ocurre». Estas son también las acepciones que recogen el Diccionario de uso del español de América y España y el Diccionario Clave.

tormenta perfecta f.

tormenta perfecta <em>f.</em>

Con la importancia que tienen los medios de comunicación en nuestra sociedad, el compuesto sintagmático tormenta perfecta se ha popularizado enormemente y está ganando enteros por su gran adaptabilidad en diferentes contextos. Se trata de un sintagma con una función muy definida, ya que permite realizar comparaciones a la vez que elucubrar con los efectos y las consecuencias de algunos temas de la incandescente actualidad.

doméstico, doméstica adj.

doméstico, doméstica <em>adj.</em>

Del latín domestĭcus, de domus ‘casa’. Cuando encontramos el adjetivo doméstico, doméstica inmediatamente nos remite a lo que tiene que ver con la casa, sus habitantes (humanos o animales), la familia y todo lo que pasa en ese entorno de intimidad. Es una voz de uso cotidiano; de hecho, el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) la recoge con una frecuencia media-alta, por lo que, en primera instancia no se percibe como un neologismo.

némesis f.

némesis <em>f.</em>

El vocablo español némesis es en su origen una transcripción del término griego antiguo νέμεσις. Este tiene una historia compleja y su significado no siempre es fácil de comprender, si se desliga de su contexto cultural originario. Según el Greek English Lexicon de Clarendon Press, parece que su significado básico es algo así como «reparto de lo que se debe en cada caso». El Dictionnaire étymologique de la langue grecque de Klinsieck lo entiende más bien como «asignación por parte de la autoridad legal». Pero su significado se especializa en época muy temprana y adopta un conjunto de acepciones que podemos situar dentro del campo semántico de las creencias religiosas.

termómetro m.

termómetro <em>m.</em>

La voz termómetro lleva fijada en la morfología su significado recto. Se trata de un compuesto culto formado a partir de los formantes termo- «temperatura» y -metro, que se emplea para formar términos con que se designan aparatos para medir, como barómetro, podómetro o higrómetro. En su origen, sin embargo, no es una palabra de nueva creación en español, sino que se trata de un préstamo del francés, que se incorpora a la lengua con la introducción de este nuevo aparato a mediados del siglo xvii.

confrontacional adj.

confrontacional <em>adj.</em>

El neologismo confrontacional es un adjetivo generado por derivación léxica a partir del sustantivo confrontación y el sufijo -al. Desde la perspectiva morfológica, la construcción sigue las reglas de la morfología léxica del idioma para formar un adjetivo. En lo que concierne a su significado, el término ha adquirido el valor semántico de ‘relativo o perteneciente a la confrontación’ y, más concretamente, tal y como se define en el Diccionario de americanismos de la Academia, «que puede provocar confrontación o enfrentamiento», «que provoca confrontación o enfrentamiento».

fitipaldi m. y f. y adj.

fitipaldi <em>m.</em> y <em>f.</em> y <em>adj.</em>

Emerson Fittipaldi es un expiloto de la Fórmula 1, en la que compitió durante la década de 1970. En aquellos años, el joven brasileño se subió a más de treinta podios, ganó catorce carreras y se coronó campeón mundial en dos ocasiones. Tal fue su éxito que su manera de conducir, juzgada como temeraria, traspasó las fronteras del mundo deportivo y se introdujo en la lengua de los españoles, que adoptamos su apellido para referirnos a aquellos conductores veloces y, a menudo, imprudentes.