Hay términos que nacen marcados por una profunda carga ideológica y que, precisamente por ese motivo, están sujetos a interpretaciones distintas en función de quiénes y cómo los usan, de las prácticas sociales, y de las relaciones culturales y de poder que se dan a lo largo del tiempo. Este es el caso del verbo racializar, procedente del inglés racialize, que hoy se emplea con un significado bastante distinto del que tuvo en su origen.