Pese a que aún no ha ocupado su puesto en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, no puede decirse que dolce far niente sea un neologismo. Efectivamente, la locución falta en la última edición (DLE) y no consta en las actualizaciones de la obra que desde 2014 aloja el portal de internet de la corporación. Pese a ello, la propia Academia registró la expresión con la forma dolce farniente en sus diccionarios manuales (1927-1989). También la incluyó María Moliner en su magnífico DUE publicado en 1966 («dolce far niente. Frase italiana, usada en lenguaje culto, que significa ‘dulce ociosidad’: “Entregado al dolce far niente”») y aparece en otros repertorios atentos al uso, como Clave, DEA y VOXUSO.

[fotografía] sombrero femenino de anchas alas en primer plano, que oculta una mujer recostada sobre el bordillo de una piscina con el cuerpo en el agua
Pixabay

Esta unidad fraseológica designa una ‘ociosidad placentera’, un estado agradable y feliz magníficamente reflejado entre finales del xix y principios del xx en las obras del pintor británico John William Godward. Es un préstamo del italiano que ha alcanzado amplia difusión en un buen número de lenguas según recoge el Osservatorio degli Italianismi nel Mondo, aunque con informaciones todavía muy provisionales. De hecho, la referencia al placer de no hacer nada es tan antigua como el ser humano y puede descubrirse en autores de la antigüedad clásica como Plinio o Cicerón (nihil agere).

El Dizionario degli italianismi nel francese, inglese e tedesco la registra en francés como farniente ya en 1676 y, más tarde, como dolce far niente en alemán (1787) y en inglés (1814). Empleó farniente Madame de Sévigné (1626-1696) en una de sus cartas al referirse a su agradable estancia en Livry, concluyendo que «personne n’est plus touché que moi du far-niente des italiens», con lo que quedaba ligada no ya la expresión sino el propio estado con el pueblo italiano. La locución, además, obtiene carta de naturaleza en lexicografía francesa decimonónica (Trésor de la langue française informatisé). La utilizó también Lord Byron en 1814 al relatar a quien después sería su biógrafo, Mr. Moore, sus placenteras actividades en la ciudad costera de Hastings. Las documentaciones alemanas reflejan el interés por Italia en el Neoclasicismo y el Romanticismo, del que Goethe es buen ejemplo.

La historia de la unidad fraseológica en italiano resulta insuficiente para identificar su origen con exactitud. Según el Grande dizionario della lingua italiana, se documenta en el ochocientos (1819), aunque puede encontrarse algún ejemplo anterior como el de Carlo Goldoni («dolce mestier di non far niente», 1775). No hay que olvidar la obrita de Antonio Caccianiga (1869) titulada Il dolce far niente: Scene della vita veneziana del secolo passato y Alfredo Panzini (1905) la incluyó en su Dizionario moderno ratificándola como «caratteristica della razza, conosciutissima all’estero». En efecto, la expresión triunfó por ser considerada rasgo sustancial de los italianos, en una época en que los jóvenes burgueses europeos y americanos conocían el atractivo de Italia y sus gentes con el Grand Tour que emprendían por diversos países de Europa.

En la documentación textual española de la que disponemos actualmente, dolce far niente hace gala de una larga trayectoria. Una de sus primeras documentaciones se remonta a 1821 cuando en el periódico liberal El Eco de Padilla se utiliza en las «Observaciones de un curioso» quien, en su paseo por la capital, hace un retrato satírico de la ciudad y se refiere a la «peregrina felicidad de los madrileños, pues en un día de trabajo disfrutan plena y celestialmente il dolce far niente, la alhagüeña [sic] ociosidad». Desde entonces la expresión hace acto de presencia en un amplio espectro de textos:

  • Aunque parece el destino ideal para dedicarse al dolce far niente, en realidad hay muchas cosas que hacer para quien lo desee. [Viajes (Costa Rica), 29/04/2020. CORPES XXI]
  • Todas esas vacaciones no fueron más que un espejismo con el tibio sol desperezándose cada mañana, instalándose en el espejo de estaño de la mar. Las tardes del dolce far niente que revindicaba durante todo el invierno, las tertulias sin tiempo intentando convencer a mis amigos de que los ángeles tenían sexo, pasear la noche atravesando el puente, dejando que el agua sorteara los cinco arcos que llevan el río hasta la mar. [Pernas, Ramón (España): Hotel Paradiso, 2014. CORPES XXI]

A lo largo de su historia, la locución muestra cierta variedad formal: aparece tanto dolce far niente, en algún caso con el determinante italiano il, como el híbrido dulce far niente, que evita la equivalencia ajena al español entre la grafía c y la pronunciación palatal de forma similar a carpaccio. Al igual que ocurre en otras lenguas, es posible encontrarla desprovista del adjetivo (far niente, farniente o far-niente), aunque la forma que lo incluye es la que ha obtenido mayor fortuna.

  • ¿Cuánto dulce «far niente», cuánta lujuria de la pura inutilidad puede un ser humano acumular? [ABC (España), 15/05/2018]
  • Un instante después debió reprocharse a sí mismo su excesiva obsesión profesional y decidió entregarse de lleno esa noche a un farniente plenamente justificado por la firma vespertina del contrato. [Ramos-Izquierdo, Eduardo (México): Los años vacíos, 2002. CORPES XXI).

El significado es en su origen positivo, marcado, en particular, por el adjetivo dolce. Se empareja frecuentemente con un estado de asueto o de vacaciones y suele combinarse con verbos como disfrutar, dedicarse o entregarse.

  • Conozco la comarca de Babia porque mi padre nació en Proaza, el valle asturiano del otro lado de Peña Ubiá, el pico más alto de la zona, y el lugar es ideal para relajarse y abandonarse al «dolce far niente». [Hoy (España), 08/02/2019]

A menudo y desde muy pronto, se usó también con un matiz claramente negativo, como una crítica a la inactividad descrita, especialmente en materia política.

  • Pero la Presidencia de la Nación resultó realmente el colmo de los colmos: ¿Para qué exponerse a esa “maldición” cuando está el confort corporativo e incluso hasta la tentadora posibilidad del dolce far niente? [La Nación (Argentina), 19/07/2017]

En suma, se trata de una forma de referirse a una (no) actividad que ahora mismo no puede concebirse fuera del feliz italianismo fraseológico. No parece haber razón, por tanto, para que no sea recogido en el diccionario de la Academia a semejanza de tantas otras locuciones extranjeras (por ejemplo, mea culpa o persona non grata), que, según las directrices académicas actuales, figuran escritas en cursiva por ser extranjerismos no adaptados.

Gloria Clavería Nadal
Departamento de Filología Española
Universitat Autònoma de Barcelona (España)

dolce far niente m.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *