La voz termómetro lleva fijada en la morfología su significado recto. Se trata de un compuesto culto formado a partir de los formantes termo- «temperatura» y -metro, que se emplea para formar términos con que se designan aparatos para medir, como barómetro, podómetro o higrómetro. En su origen, sin embargo, no es una palabra de nueva creación en español, sino que se trata de un préstamo del francés, que se incorpora a la lengua con la introducción de este nuevo aparato a mediados del siglo xvii. Según el diccionario histórico de la lengua española ―que cita a su vez el proyecto TLF-Étym―, en francés la voz equivalente supone, en el año 1626, la primera documentación de un compuesto con el formante -mètre para designar un aparato de medición.
A este significado recto se añade, ya desde tiempos muy tempranos, un valor metafórico según el cual el término se emplea de manera genérica para referirse a índices o señales que informan sobre el estado en que se halla un proceso o una realidad cambiante, especialmente cambios sociales, económicos o políticos; generalmente aparece con un complemento con de que especifica el ámbito al que se aplica, tal como se observa en el primero de los dos ejemplos siguientes:
- Para el economista Alexandro Lopes “la Bolsa es el gran termómetrode la crisis”. [Clarín (Argentina), 03/10/2008]
- No son vinculantes esas resoluciones, pero ese escenario insólito de consenso que comentabas podría ser un termómetro de cara al pacto educativo que el Gobierno pretende sellar antes de que termine el año. [La Ventana (Cadena SER, España), 22/09/2016]
Este significado figurado responde a un proceso metafórico habitual en las lenguas naturales, según el cual se aplican a dominios abstractos términos que en origen tienen un significado físico. En este sentido, el cambio semántico que sufre esta voz es paralelo al que experimenta, por ejemplo, el sustantivo barómetro cuando se aplica a la medición de la expectativa de voto, o la locución tomar la temperatura aplicada a contextos no físicos («tomar la temperatura de la opinión pública», por ejemplo).
La deriva semántica del término no es, pues, sorprendente. En cambio, sí lo son dos hechos que acompañan a este cambio semántico. El primero es la velocidad con que se produce. Según leemos en el Diccionario histórico de la lengua española, se documenta ya en francés en el año 1682 aplicado al discurso político, poco más de cincuenta años después de que se empezara a utilizar como término de la física. En español, el término se documenta en su sentido recto por primera vez en 1689, cuando la evolución semántica que genera el significado metafórico en francés ya ha concluido; el significado figurado se documenta en nuestra lengua en 1768, casi ochenta años más tarde. Desde entonces se observa con regularidad en los corpus históricos. Son, pues, dos siglos y medio de uso consolidado en la lengua, que no han tenido sin embargo su reflejo en los diccionarios. Y es este el segundo hecho sorprendente.
En efecto, la primera documentación lexicográfica de este significado figurado que hemos sido capaces de rastrear está en el diccionario de Domínguez de 1853, en el que tras la definición se añade: «Se usa también en el sentido metafórico, por lo que anuncian ciertas cosas». No está, sin embargo, en ninguno de los diccionarios académicos, ni anteriores ni posteriores, ni en obras tan relevantes en la historia de la lexicografía del español como Terreros y Pando o Salvá; tampoco se recoge en otros diccionarios posteriores de los siglos xix y xx. Así, no aparece en VOXUSO, ni tampoco en los diccionarios de neologismos de Alvar y Alvar2. Habrá que esperar hasta las obras aparecidas en los umbrales del siglo xxi para que se recoja este significado, que es neológico solo desde el punto de vista lexicográfico; y aun así se hace solo en forma de nota de uso ―«también en sentido figurado»― en el DEA (de 1999) y en la tercera edición del DUE (de 2007).
Este silencio lexicográfico sobre la acepción neológica se observa también en otras lenguas. Así, por ejemplo, no se recoge para el catalán en el Diccionari de la llengua catalana del Institut d’Estudis Catalans. Para el inglés, aparece en el Oxford English Dictionary, con primera documentación en el año 1801, pero únicamente se consigna la existencia de un uso figurado, sin definición. En cambio, no se incluye en otros diccionarios de referencia del inglés, como el Macmillan Dictionary, el Longman Dictionary of Contemporary English o el Merriam-Webster Dictionary. Para el francés, lengua de la que se toma como préstamo en todas las demás, el uso figurado sí aparece en Le Grand Robert de la langue française, con ejemplo de primera documentación del año 1694.
Se ha afirmado en numerosas ocasiones que la incorporación de la neología no es siempre un buen termómetro para medir la vitalidad de la lexicografía de una lengua. La salud de los diccionarios, ciertamente, se diagnostica atendiendo a un cuadro clínico complejo en que se deben tener en cuenta innumerables variables. Pero la inclusión de este significado metafórico de termómetro que dos siglos y medio han consolidado en el uso tranquilizaría a los que han de evaluar a este paciente que debe afrontar con salud de hierro las amenazas a que lo enfrenta la era digital.
Laura del Barrio
Universitat Pompeu Fabra (España)