El olfato de los mamíferos es el sentido que se considera más primitivo, porque está vinculado estrechamente con las necesidades elementales: el hambre, la sed y el deseo sexual. En el caso de los seres humanos ya a las veinte semanas de gestación está desarrollado (solo el gusto lo hace antes, entre las semanas doce y quince). Al nacer, se ha desarrollado por completo, en contraste con la vista, que tarda más tiempo en madurar. Cuando alcanza su plenitud, la vista se convierte en el sentido dominante y deja en un segundo plano el olfato. Sin embargo, el impacto olfativo sigue estando presente en nuestra vida: la memoria olfativa es capaz de evocar en nosotros lugares, personas y momentos que creíamos olvidados a través de los olores. Es lo que le ocurría a Marcel Proust (1871-1922) y su famosa magdalena en En busca del tiempo perdido. La explicación se halla en el hecho de que las emociones y el procesamiento de los olores se encuentran en la misma zona del cerebro, el sistema límbico, que conecta la amígdala, responsable de la respuesta emocional, y el hipocampo, que almacena el recuerdo en la memoria a largo plazo. De este modo, reencontrar un olor nos hace recrear con muchísimo detalle un recuerdo determinado.

[fotografía] detalle de gotas de lluvia cayendo sobre el asfalto
Pixabay

A pesar del gran poder evocador de un olor, probablemente es más difícil definirlo de modo concreto, pero fácilmente todos convergiremos en nombrar uno que es generalmente agradable para todo el mundo: el que genera la lluvia cuando cae sobre tierra seca. Este olor tan reconocible tiene nombre: petricor, que está construido con la forma prefijada petri- ‘piedra’ y la palabra griega icor ‘sangre de los dioses homéricos’, conocida por los aficionados a los crucigramas y autodefinidos. Petricor tiene fecha de nacimiento: 7 de marzo de 1964, que es cuando apareció el artículo «Nature of argillaceous odour» [«Naturaleza del olor arcilloso»] de los geólogos australianos Isabel Joy Bear y Roderick G. Thomas en el número 201 de la revista Nature. En él describen el olor que deriva de un aceite que exudan ciertas plantas durante períodos de sequía (como mecanismo para proteger las semillas y evitar que germinen en períodos áridos) y que queda absorbido en la superficie de las rocas, sobre todo las sedimentarias. Cuando este aceite entra en contacto con la lluvia, se libera en el aire, junto con otro compuesto, la geosmina, producto metabólico de unas bacterias presentes en la tierra, y con el que produce el olor tan distintivo y reconocible del petricor (petrichor en inglés):

  • Este septiembre que se muere entre aguas que nos traerán manzanas y darán el último suspiro de azúcar a las uvas que nos aventaran vinos ha dado comienzo a este otoño que hace poco ha asesinado el verano y ha sembrado el cielo de nubes el suelo de charcos y el viento de olores a petricor. [La Opinión de Málaga (España), 1/10/2012]
  • De madrugada escampa y sólo queda el goteo en la escalera de incendios donde todas las tardes, al volver del trabajo, ella se sienta a fumar. La veo marcharse con cierto aire resignado y salgo a trotar. Petricor en cada esquina, las raíces de los árboles todavía encharcadas. [Francisco Díaz Klaassen (Chile), La hora más corta, 2016]
  • Recuerdo el dulce aroma a tierra mojada impregnando el aire después de una tormenta de verano mucho antes de descubrir que su nombre es petricor. [Diario Vasco (España), 11/7/2021]
  • Es ese temor a lo incomprensible —y la naturaleza de la Internet salvaje Torre de Babel en la que ya no existen los éxitos monolíticos del pasado— el que pone a Motomami en un lugar especial de la mal llamada «cultura urbana» moderna que ya no está atada exclusivamente al boom bap noventero —ese fantástico golpe con olor a petricor neoyorquino— ni al G-funk de Compton de Dr. Dre y que se ha expandido hacia la bachata el merengue el house y el indie con descaro ciberpunk pero suficientes lazos sanguíneos para reconstruirla. [El Tiempo (Colombia), 28/8/2022]
  • Tienes que hacer del petricor de ese olor profundo de la tierra sobre la que llueve una idea de felicidad. [El Diario (España), 3/6/2023]

Petricor nace, pues, como un término especializado, hecho que puede explicar que no esté registrado en muchos diccionarios generales todavía, si bien aparece en el DEA, Le grand Robert y el Oxford English Dictionary. Sin embargo, se registra al menos desde 2012 en la prensa y la literatura en español, y con frecuencia creciente desde la segunda década del siglo XXI. Una de sus máximas divulgadoras ha sido La Vecina Rubia, en cuya primera novela lo incluye y ha conseguido que sea una palabra habitual entre sus seguidores en las redes:

  • Si cierro los ojos fuerte, todavía puedo incluso oler la gasolina de su moto y las lluvias que se avecinaban. Porque cada estación huele diferente: la primavera huele a flores y fruta, el verano huele a crema protectora de coco, el invierno huele a leña quemada y el otoño huele a petricor, que es el olor que deja la lluvia al caer sobre los suelos secos. [La Vecina Rubia (España), La cuenta atrás para el verano, 2021]

La palabra petricor ya ha alcanzado el «Observatorio de palabras» de la Real Academia Española. Si bien en su página se advierte que la presencia de una palabra en él no implica que la Academia acepte su uso, no debería tardar en incluirla en el diccionario, por su validez científica, su extensión de uso geográfico y de tipos de texto, y, por supuesto, porque una palabra con una fuerza tan evocadora merece ser sancionada.

Elisenda Bernal
Observatori de Neologia
Universitat Pompeu Fabra (España)

petricor m.

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