Caminar diez mil pasos diarios, ir al gimnasio, comer saludable, sacar tiempo para la familia y los amigos, leer, ser eficiente en el trabajo… En una sociedad en la que nuestro valor se mide por nuestra productividad y por los logros que vamos acumulando, muchas personas vivimos con la (falsa) necesidad de ser capaces de llevar adelante todos los ámbitos de nuestra vida de manera aparentemente perfecta.

[fotografía] Piernas de bailarina en una postura de ballet
Fabricio Macedo FGMsp (Pixabay)

Para denominar la acción y el efecto de imponernos obligaciones y cumplirlas para sentirnos bien, en español recurrimos al sustantivo exigencia, al que otorgamos un valor reflexivo mediante la unión del prefijo de origen griego auto-. Así, pues, creamos la forma derivada autoexigencia.

A primera vista, podemos categorizar la autoexigencia como una virtud más, ya que nos aleja del conformismo, nos lleva a actuar mejor y nos acerca al éxito. Aun así, es un arma de doble filo: la búsqueda constante de una perfección que no existe no deja margen al error y nos condena a la insatisfacción eterna, como revelan los contextos siguientes:

  • Por eso, lo primero que se enseña al principiante es a soltar su tendencia a la autoexigencia, a estar siempre tratando de alcanzar una meta, a sentirse obligado a experimentar la paz interior. [Clarín (Argentina), 7/4/2013]
  • «Quizás no era la inseguridad, pero sí sentía que lo que hacía no era suficiente, y la autoexigencia que siempre me ponía. Eso es lo bueno, conversando se va llegando a la raíz de lo que a uno le pasa», dice. [El Tiempo (Colombia), 22/1/2017]
  • Parece que, a nosotras, el proceso de querernos a nosotras mismas nos lleva algo más de tiempo, posiblemente por una autoexigencia excesiva que se traslada a muchos ámbitos de nuestra vida, como a la hora de solicitar una vacante en una empresa o un nuevo puesto de trabajo. [El País (España), 3/12/2019]

Sin lugar a dudas, el auge de la psicología como disciplina y el creciente interés por explorar la relación que mantenemos con nosotros mismos motivan el uso recurrente y extendido de este compuesto, del que ya se han hecho eco algunas obras lexicográficas del español: aparece entre las entradas del DEA, así como en los diccionarios de neologismos Alvar, Alvar2 y NEOMM. Estos tres últimos, además, incluyen el adjetivo autoexigente, que BOBNEO también documenta, aunque en menor medida, sustantivado:

  • Competitivo y autoexigente como pocos, Michael cometió más de un exceso de ímpetu a lo largo de su carrera. [El Comercio (Perú), 17/9/2021]
  • Los autoexigentes por naturaleza jamás tienen la sensación de tener acabada su obra. Siempre están maquinando, ideando, organizando esa tormenta de ideas inconexas para estar lo más cercano a la perfección. [Futbolista (España), 1/4/2010]

Teniendo en cuenta la acuñación tanto de autoexigencia como de autoexigente, no resulta extraño encontrar el verbo paralelo creado mediante el mismo proceso de formación, que ya se recoge en el Alvar2:

  • Cada vez más temprano, ya en primero y segundo básico, se está viendo a niños que se estresan y se autoexigen ante las demandas de su vida escolar. [El Mercurio (Chile), 27/8/2004]

Ahora bien, la unión del prefijo auto- a un verbo pronominal puede dar lugar a una redundancia. De hecho, tal como indica el Diccionario panhispánico de dudas, no es lícita si la acción que se expresa se interpreta inequívocamente como reflexiva, es decir, si solo puede recaer sobre el propio sujeto. Por esta razón, consideramos superflua la forma autosuicidarse. En cambio, en el caso que nos ocupa, el uso conjunto de auto- y el pronombre reflexivo se es un mecanismo para deshacer una posible ambigüedad: para aclarar que nos exigimos a nosotros mismos, y no a otras personas.

Más allá del español, puesto que la formación de palabras con el prefijo culto auto– es productiva también en otras lenguas románicas, paralelamente al sustantivo autoexigencia podemos encontrar las formas autoexigència, en catalán; autoexigence, en francés; autoexixencia, en gallego, y autoexigência, en portugués. Sin embargo, salvo esta última, que se incluye en el Dicionário Priberam da Língua Portuguesa, ninguna de ellas se documenta en los diccionarios de referencia de las lenguas mencionadas.

Dar nombre a la autoexigencia y definirla es el primer paso para identificar un patrón de conducta que, llevado al extremo, puede desembocar en los sentimientos y las emociones que las personas autoexigentes justamente evitamos. Por lo tanto, y tomando en consideración su alta frecuencia de uso y el lugar que ocupa ya en otros recursos lexicográficos de referencia de la lengua española, no se debería posponer más la inclusión de esta voz en los diccionarios académicos.

Valle Ruiz
Observatori de Neologia
Universitat Pompeu Fabra (España)

autoexigencia f.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *