En el mundo occidental, los movimientos de defensa y protección de los animales, conocidos como movimientos animalistas, empezaron durante la segunda mitad del siglo xix, cuando se promulgaron las primeras leyes que pretendían evitar el maltrato y la crueldad de los hombres hacia dichos seres vivos. Y fueron expandiéndose progresivamente hasta que a mediados del siglo xx el animalismo ya despertaba el interés de un amplio sector de la sociedad, como demuestra el hecho de que en 1978 se proclamase la Declaración Universal de los Derechos del Animal, aprobada posteriormente por la ONU. En el Estado español el movimiento animalista chocó desde el principio con la fuerte tradición cultural de las corridas de toros y otras fiestas populares en las que participan animales que son sometidos a algún tipo de maltrato. A pesar de ello, desde finales del siglo xix y principios del xx también aquí comenzaron a surgir movimientos de defensa de los animales, que se iniciaron con el activismo antitaurino —que abogaba por abolir las corridas de toros—, y que fueron expandiéndose y abrazando también la protesta contra cualquier espectáculo o fiesta en la que se utilizan animales y se pone en peligro su integridad física.
animalista m. y f. y adj.
Se llama Sandra, nació en 1986 en Alemania y desde hace más de 20 años vive en Argentina. Sandra es una hembra de orangután y nunca ha estado en Borneo o Sumatra, hábitat natural de su especie, ya que fue criada en cautiverio en el zoo de Rostock, una ciudad del noroeste alemán, y posteriormente fue trasladada al zoo de la capital argentina. Más tarde, una asociación animalista argentina, AFADA (Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales), interpuso un recurso de habeas corpus ―que implica poner a disposición judicial a cualquier persona detenida ilegalmente― para reclamar su libertad. Y, en 2015, le fue reconocido el mayor grado de derecho recibido por un animal hasta la fecha, el de «sujeto no humano». Este caso creó un precedente jurídico histórico.