El universo de referentes que asociamos a la cultura rusa, especialmente en lo concerniente a su cariz popular y folclórico, incluye sin falta algo que venimos llamando comúnmente muñecas rusas. En cuanto se citan dichas muñecas, todo el mundo puede hacerse la representación mental de la «muñeca de madera pintada, vacía por dentro, que puede abrirse por la mitad y que contiene en su interior un conjunto de muñecas idénticas a ella, de tamaño decreciente, que se encajan una dentro de otra».
- Kilómetros de senderos arbolados y, aquí y allá, familias en bicicleta, ancianos conversando al sol, y la gran feria de antigüedades, con sus chalés y ajedreces, sus juguetes de madera y sus matrioshkas. El propio Moscú es como estas muñecas que se encajan una dentro de otra. [El País (España), 15/09/2007]
- Filas de «matrioshkas» de distintos tamaños, colores y temáticas inundan las estanterías con sus muñecas en formación casi militar. Algunas ya abiertas, mostrando todas las criaturas que acoge la mayor, otras cerradas, para que sea el propio comprador el que descubra el secreto. [La Tribuna (Honduras), 11/05/2017]
Todo lo que se asocia al folclore y a la tradición pagana suele tener sus insondables orígenes en tiempos remotos y en circunstancias confusas. En este caso, podría parecer también que el origen de las muñecas de madera debería perderse en los oscuros tiempos en los que se formaron los primigenios estados eslavos. Pero nada más lejos de la realidad. La historia de las muñecas encajables tiene una cronología relativamente reciente y unos protagonistas bien conocidos.
En la segunda mitad del siglo xix, en Rusia se vivió un marcado resurgimiento de la tradición. El movimiento conocido como naródnichestvo (término ruso que habitualmente se traduce como populismo) pretendía que la inteliguentsia (otra voz rusa que, en este caso, traduciremos como intelectualidad y que, más modernamente y según en qué contextos y con qué intenciones, cabría traducir incluso con el neologismo progresía) se acercara al pueblo llano, que recuperara sus formas y sus valores, que dialogara con el pasado y con las tradiciones, etc., con el afán de encontrar sus raíces y su lugar en el mundo y en un estado ruso que empezaba ya a tambalearse.
Parece ser que en la década de 1890 cayó en manos del adinerado empresario y mecenas Savva Mámontov (1841-1918) un trabajo en madera procedente del Japón: un juego de siete piezas redondeadas que se encajaban una dentro de otra, y que reproducían los siete dioses de la fortuna de la tradición japonesa. Los muñecos se le antojaron simpáticos, por lo que decidió encargar a uno de los artistas que frecuentaban su finca cerca de Moscú que diseñara algo parecido pero que estuviera anclado a la tradición rusa, en lo que en ese momento vino a llamarse estilo ruso. Un estilo de marcado aroma eslavo que impregnó desde obras arquitectónicas hasta sinfonías en la Rusia del fin de los zares (otra voz rusa; esta tuvo la mala fortuna de entrar al castellano a través del alemán, por lo que se malinterpretó su grafía y se pronuncia con una fricativa interdental sorda cuando debería transcribirse y leerse con una africada, es decir, tsar).
El pintor y arquitecto Serguéi Maliutin (1859-1937) se encargó de hacer los primeros bocetos de lo que era una campesina de cara redonda y mejillas sonrosadas, ataviada con una blusa, un sarafán (el vestido largo y sin mangas típico de las campesinas rusas; de nuevo un préstamo del ruso, lengua a la que llegó desde el tártaro, que a su tiempo había tomado del persa) y un delantal, con la cabeza cubierta con un floreado pañuelo y un gallo negro en las manos.
El encargado de materializar el boceto fue Vasili Zviózdochkin (1876-1956), uno de los mejores artesanos en madera de Serguíev Posad (pequeña ciudad no muy lejos de Moscú en la que actualmente se encuentra un bonito museo del juguete). Zviózdochkin confeccionó un juego de muñecas de ocho piezas, una de las cuales era un muchacho. Todas las piezas representaban miembros del campesinado con una clara expresión de paz y alegría, en consonancia con los postulados del naródnichestvo y de su estilo ruso.
La muñeca mayor y, por extensión, el juego entero de muñecas, recibieron el nombre de matrioshka. Esta palabra es un hipocorístico del nombre propio Matriona, un nombre que en la época no era extraño entre las campesinas rusas y que tiene su origen en la palabra latina matrona, voz que pervive en castellano, donde conserva la acepción latina original que interesó a quienes la escogieron para nombrar a la muñeca: ‘madre de familia’. Así pues, tanto por sus características como por su denominación, la matrioshka representa la fertilidad y la determinación de una madre de familia fuerte y capaz de cargar con toda su prole.
- Se trata de un diamante hueco con una cavidad en la que se mueve libremente otro diamante. De ahí la semejanza con las muñecas rusas tradicionales (las matrioskas) que han servido para bautizar la gema, cuya formación es un misterio sobre el que se han formulado diversas hipótesis. [Cinco Días (España), 04/10/2019]
- Es de esperar entonces que lo que sobrevenga sea lo que en Rusia se conoce como un «sistema de matrioskas», otra gran evocación a la memoria rusa y su tradición jerárquica espiritual. [El Observador (Uruguay), 19/05/2014 ]
Más allá del origen de la figura y de su nombre, vemos en los ejemplos que existe una cierta vacilación en la transcripción de la voz rusa original. Desde los primeros trabajos que sobre la materia en los años sesenta (especialmente el de Julio Calonge, de 1969), hasta la actual propuesta de la Fundéu (2018 en su última versión), la transcripción del alfabeto cirílico al castellano ha sido fuente de numerosas disputas y controversias.
En ruso la palabra es матрёшка, fonéticamente [mʌˈtrʲoʂkə]. Según las recomendaciones vigentes, la transcripción de la voz es la que hemos dado hasta ahora: matrioshka; si bien en determinadas ocasiones pueden aparecer formas divergentes, ya sea por el uso de distintos sistemas de transliteración o transcripción (matrjoška, matrëška, matryoshka, matrioska), ya por la contaminación con otras voces rusas que se intuyen más tradicionales en castellano.
A este último supuesto debemos atribuir las formas incorrectas matriushka y matriuska, ambas probablemente surgidas bajo la influencia de otro hipocorístico, Katiushka, en este caso del nombre propio Yekaterina. Este diminutivo se extendió y tomó fuerza en castellano tanto por la zarzuela Katiuska, la mujer rusa, de Sorozábal y González del Castillo (1931), que amplió este nombre a las botas de agua (las populares katiuskas), como por los cohetes Katiusha, empleados por la URSS durante la Segunda Guerra Mundial. Ambas formas parecen influir en el cerramiento de la o del sufijo (matrioshka) en u (matriushka).
En segundo lugar, la palabra entraña una dificultad de tipo morfológico. Por la naturaleza múltiple del objeto en cuestión, en ruso habitualmente se habla de estas muñecas en plural. Así, la forma rusa en nominativo plural es matrioshki. En español, en cambio, como se trata de un sustantivo acabado en –a, se asimila al femenino y forma el plural con –s. Hablaremos generalmente pues de las matrioshkas, dado que las más de las veces nos referiremos a unas cuantas piezas, mientras que si queremos hacer referencia a una en particular la llamaremos matrioshka. En el siguiente ejemplo (con mala transcripción) puede comprobarse que el plural habría funcionado mejor:
- Fernando Alonso está atrapado en una matrioska interminable de frustración. A cada muñeca que abre esperando dejar atrás una avería de la suspensión, se encuentra con otro problema de motor, y luego otro más de la transmisión, y otro más de la batería. [La Vanguardia (España), 02/05/2017]
Las lenguas vecinas transcriben la palabra según sus normas o tradiciones de transcripción del ruso: el Oxford English Dictionary recoge matryoshka (doll) (entre otras denominaciones más descriptivas, como nesting doll); Le Grand Robert, matriochka (o bien poupée russe); para el alemán el Duden incluye Matrjoschka, y en italiano se repertorian tanto matrioska como matriosca, en ambos casos con el plural adaptado a la morfología italiana (matrioske – matriosche). Esta adaptación total a la ortografía de destino también se da en catalán, donde encontramos en el GDLC matrioixca (plural matrioixques), si bien no deja de presentar una incongruencia de base con otras voces todavía más tradicionales, como pudiera ser el mismísimo vodka, que conservan en su transcripción la letra k.
- «En cuanto a Sentimientos, la tendencia es romántica y mucho más fría que Éxtasis, la intención es recordar a las bellas muñecas rusas babushkas o matryoshkas con sus mejillas enrojecidas por el frío extremo de ese país, pero respetando la naturalidad de los rostros, sólo que en una versión más salvaje y despreocupada», revela Lozano. [El Universal (México), 27/09/2014]
Finalmente, hay que rechazar la forma bábushka (y otras transcripciones afines), puesto que esta voz rusa designa a una abuela y nada tiene que ver con las muñecas de las que hemos hablado en esta nota que, en su inmensa mayoría, hemos visto que representan a mujeres más bien jóvenes.
En tanto que matrioshka se usa profusamente y se documenta a lo largo y ancho del dominio de la lengua castellana, y dado que tanto la muñeca original como el significado metafórico que esta voz tiene son ampliamente atestiguados en fuentes muy diversas, creemos que habría que incorporar matrioshka al diccionario. De esta forma, la transcripción y los significados de la palabra quedarían fijados y se evitaría la proliferación de formas equívocas.
Miquel Cabal Guarro
Universitat de Barcelona; Universitat Pompeu Fabra (España)