Es un hecho que las modas son cíclicas. Lo confirman el retorno de los pantalones campana o los cortes de pelo al más puro estilo Farrah Fawcett. En plena era digital, llama la atención que haya escasez de carretes fotográficos o que todavía haya demanda de discos de vinilo o videoconsolas retro. Sin ir más lejos, uno de los regalos estrella de las pasadas Navidades fue el Tamagotchi, la mascota digital que marcó la infancia de toda una generación. Nacido en Japón y comercializado por Bandai en el año 1996, fue un fenómeno en todo el mundo. Todos, niños y no tan niños, vivían pendientes de su nueva mascota virtual. El aparato era sencillo: tenía la forma de un huevo y cabía en la palma de la mano, lo que permitía poder llevarlo a todos lados. En la pequeña pantalla vivía un alienígena compuesto de píxeles al que se tenía que cuidar.
dildo m.
La neología de lo erótico, el vocabulario del sexo y el lenguaje del amor han sido de gran interés para la lexicografía. Son muchos los profesionales que han intentado aproximarse a reflejar la actualidad sexual de la población hispanófona a lo largo de los años en este ámbito. No obstante, algunas corrientes ideológicas como el feminismo o los estudios de género han llevado a revisar algunas de estas definiciones ya institucionalizadas y lexicalizadas como por ejemplo el caso de consolador. Si bien esta palabra se define como «aparato, generalmente en forma de pene, utilizado para la estimulación sexual» (acepción incorporada en 2014 en el DLE), su percepción y su cambio semántico han suscitado polémicas. Las personas usuarias de consoladoresno lo utilizan como un consuelo ante la ausencia de un varón, sino que lo utilizan por placer, propio o conjunto. La palabra ha sido tachada de portar un sentido heteropatriarcal y moralizante traído por la tradición judeocristiana, por lo que suele optarse por el uso del préstamo del inglés dildo, que hace referencia a cualquier aparato destinado a la estimulación sexual, principalmente a la penetración (anal o vaginal) y que generalmente tiene forma de pene.
edadismo m.
La productividad y la juventud están de moda. En una sociedad como la actual, en la que impera un rechazo hacia la senectud y lo que realmente importa es la actividad frenética y la acumulación continua de logros y resultados, no resulta extraño que hayan proliferado una serie de voces que recalcan esa desaprobación hacia la idea de envejecer o hacia un colectivo tan vulnerable como es el de los mayores. Términos como edadismo, gerascofobia, gerontofobia o viejismo se han abierto paso y han aparecido cada vez con más regularidad en los medios de comunicación en los últimos años. Muestras de este uso se localizan en prensa en español tanto del ámbito nacional como internacional.
inmersivo, inmersiva adj.
En las últimas décadas, con el auge de las tecnologías de la información y la comunicación, las lenguas han incrementado su caudal léxico con el fin de denominar realidades hasta entonces inexistentes. El desarrollo de aplicaciones de realidad virtual o videojuegos 3D ha contribuido a diluir las fronteras entre el mundo real y el ficticio, lo que, sin duda, ha favorecido la creación de nuevos términos y significados. Esto es lo que ha sucedido con la palabra inmersivo -va, un adjetivo que, pese a recogerse en algunos diccionarios generales no académicos desde mediados del siglo xix, se empezó a utilizar en el siglo xviii con un valor más restringido que en la actualidad.
microplástico m.
Desde el punto de vista morfológico, microplástico se compone del prefijo micro- (en su acepción de ‘muy pequeño’) y del nombre plástico, lo que nos lleva a obtener un significado bastante intuitivo: plástico de poco tamaño —aquel que no supera los cinco milímetros, según apuntan los expertos—. Sin embargo, si buscamos este nombre en el DLE, comprobamos que el diccionario de la Academia no recopila todavía microplástico entre sus entradas, pese a registrar otras como microbús, microcrédito, microchip o microficha, en las que el elemento derivativo micro- se ha fijado a las respectivas palabras ya formadas (bus, crédito, chip o ficha). De hecho, la Fundéu, en 2018, en su elección de microplástico como palabra del año, ya denunciaba su ausencia en los repertorios lexicográficos del español.
poliamor m.
Cada vez es más frecuente encontrarnos con que el paradigma relacional de las generaciones más jóvenes, en algunas ocasiones, rompe con el prototipo de relación judeocristiana tradicional y con el imaginario monógamo, trayendo consigo nuevas realidades que vienen acompañadas de diferentes nomenclaturas: relación abierta, anarquía relacional, relación arromántica, polisexual o poliamorosa, entre otras. Uno de los paradigmas más extendidos es el de las relaciones poliamorosas o el de las personas que practican el poliamor.
webinar o webinario m.
El léxico neológico procedente de las nuevas tecnologías e internet es de los más productivos en la actualidad. Este hecho se une a la realidad presente en la que, debido a la pandemia por COVID-19, nos hemos visto envueltos en la necesidad de «virtualizar» la inmensa mayoría de los procesos comunicativos. En este sentido, la pieza léxica que nos ocupa, en sus dos versiones, ha visto aumentado de una manera considerable su uso para referirnos a encuentros síncronos, formativos y científicos en línea. Estamos, pues, ante un anglicismo para aludir a un ‘seminario virtual’, cuyo origen es una acronimia de dos elementos (web + seminar) cuya fusión ya tiene lugar en la lengua inglesa.
ojiplático, ojiplática m. y f. y adj.
«Tu esclava está ahora mirando la pared con fijeza estúpida, abiertos los ojos como platos, con el asombro y el temor de una niña que ve romperse entre sus manos el más lindo juguete», así describía Vicente Blasco Ibáñez, en el cuento «La caperuza» (1893), la mezcla de pavor y sorpresa con que una madre descubre la enfermedad de su hijo. No es un caso aislado: la misma imagen hiperbólica aparece, por ejemplo, en «El cazador de orquídeas», del argentino Roberto Arlt.
descargable adj. y m.
No hace tanto tiempo, en los primeros años noventa, la humanidad fue testigo del tímido pero afortunado nacimiento de aquello que, por ser inexistente hasta la fecha, se concertó llamar internet. La nueva realidad llegaba ya a este mundo con la intención de dotar de infinitas posibilidades no solo a nuestro día a día, sino también al vocabulario de toda lengua en general y del español en particular —piénsese, por ejemplo, en nuevas voces como hackear, post o youtuber—. Sin embargo, nunca una realidad había sido tan poco material como esta, verdadero almacén intangible y a la vez fácilmente accesible capaz de abastecer a quien a él acuda de un sinfín de contenido que, en ocasiones, puede llegar a formar parte del acopio personal si es descargable. He aquí otro curioso retoño léxico de la era de la información en nuestra lengua.
videochat m.
A nuevos tiempos, nuevas formas de comunicación y nuevos términos. La era digital ha influido en el desarrollo de los intercambios comunicativos, creando diferentes modelos de interacción que demandan denominaciones actualizadas. Gracias a la tecnología existen numerosas opciones para comunicarse y mantener el contacto social de forma casi presencial, directa y en tiempo real, tanto con colegas de trabajo como con profesores y compañeros de clase y, por supuesto, con familiares y amigos. Entre esas opciones algunas son conocidas y muy populares, como WhatsApp, Messenger o Skype, que además de escribir mensajes permiten realizar llamadas y también videollamadas o videoconferencias (tanto grupales como individuales), que consisten en una comunicación simultánea y bidireccional de audio y vídeo. Uno de estos nuevos modelos de interacción es el videochat y designa una evolución, por un lado, del chat tradicional y, por otro, de la videoconferencia. Respecto al chat, añade al servicio de mensajería textual los canales de audio y vídeo y dota a la videoconferencia de las herramientas de texto.